Distintos estudios han demostrado que, en efecto, el ruido excesivo y constante es claramente pernicioso, sobre todo para los más pequeños. Por ejemplo, se ha descubierto que, cuando los niños soportan, de modo continuado, ruidos de más de 68 decibeles, una aspiradora emite 70; un secador, 80; el tránsito, 90; un walkman, 100, muestran signos de alteración del sistema nervioso, su organismo segrega más adrenalina (la hormona del estrés), su circulación sanguínea se lentifica, su tensión muscular aumenta y sus reacciones metabólicas se aceleran.
Estos niños, además, se cansan antes y se distraen con facilidad. La lucha contra el ruido puede iniciarse en casa, evitando que la radio, la televisión y el equipo de música funcionen todo el día y a todo volumen.
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