En los primeros años de su carrera médica, el doctor Moisés Paciornik fue enviado a estudiar la incidencia del cáncer de cuello de útero en una población aborigen de la ciudad de Curitiba, Brasil. Una vez asentado en el campo de trabajo, le llamó poderosamente la atención el hecho de que las mujeres de la comunidad, con gran número de hijos, se encontraban en mejores condiciones físicas que aquellas que él había conocido en su ciudad y que habían tenido sólo uno o dos hijos.
Al intentar buscar la causa que explicara esa diferencia, pudo observar que estas mujeres no parían como él estaba acostumbrado a ver, sino que lo hacían en cuclillas (cócoras). A partir de estas observaciones, comenzó una labor gigantesca en la que la mayor dificultad para difundir las ventajas de esta posición natural para el parto la encontró entre sus colegas.
Si hacemos un poco de historia quizá resulte innecesaria la discusión. Antes de que los médicos decidiesen hacerse cargo de la asistencia del parto (Mariceau, siglo XVIII), las mujeres tenían a sus hijos de la manera que les era más fácil, rápida y cómoda: en cuclillas. Esta posición no resulta práctica para el médico, quien piensa que es él y no la mujer el que debe estar cómodo para asistir el parto.
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