Cualquier proceso infeccioso puede resultar grave para el recién nacido. Por eso debemos protegerlo en lo posible.
Evitemos que un adulto resfriado o con gripe se acerque a él (aunque conviene no olvidar que, a veces, la capacidad de contagiar es anterior a la aparición de los primeros síntomas).
El humo del cigarrillo perjudica las vías respiratorias y empeora cualquier infección, por pequeña que sea. No fumemos -ni permitamos que nadie lo haga- en la habitación donde está el bebé.