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jueves, 21 de junio de 2012

Cuando el bebé viene de nalgas


Aunque se logre darlo vuelta, a menudo vuelve a colocarse como estaba. Esta maniobra se ha abandonado tanto por sus riesgos como por su ineficacia. Hace 50 años se realizaba a menudo, pero dejó de hacerse porque los resultados no eran buenos. Solía ocurrir que la embarazada salía de la clínica con el bebé cabeza abajo y a los pocos días, cuando empezaba el parto, el niño estaba otra vez de cola.

El fracaso se debe fundamentalmente a que, la mayoría de las veces, el que el feto esté en una determinada postura obedece a una causa. Por ejemplo, cuando existe una alteración de la cavidad uterina (una malformación, un mioma, etc.) o una pelvis irregular o muy pequeña, el niño adopta una posición anómala, que por otro lado es la más razonable, ya que el bebé busca colocarse donde hay espacio suficiente. Aunque se logre darlo vuelta, en un número elevado de casos vuelve a adoptar la posición anterior. Antiguamente se utilizaban distintos métodos, como la colocación de vendajes laterales (en el abdomen de la mamá) para intentar mantener la postura que se había corregido; así y todo, el bebé volvía a desplazarse.


La intervención se suele realizar a partir de la semana 37 de gestación. Así, si el parto se desencadenara, el bebé sobreviviría sin dificultad. Por otro lado, antes de esa fecha, el feto se mueve aún con cierta facilidad (tanto su tamaño como el volumen del líquido amniótico se lo permiten) y puede ser que la posición de nalgas sea sólo transitoria.

Para minimizar riesgos, los médicos toman distintas medidas. Antes de empezar, hacen una ecografía para saber exactamente cómo está colocado el bebé, dónde se encuentra la placenta y dónde el cordón umbilical. Igualmente, hasta último momento madre e hijo permanecen monitorizados, es decir, conectados a un aparato que registra el latido cardíaco del bebé y la existencia o no de contracciones uterinas. Mientras tanto, se le administran a la madre medicamentos para relajar la musculatura del útero; esto facilita el giro y al mismo tiempo previene que el parto se ponga en marcha. Por si surgieran complicaciones, hay un equipo preparado para realizar una cesárea de urgencia.

Se requiere confianza y mucha tranquilidad

Antes de poner manos a la obra, los obstetras explican a la embarazada lo que va a suceder. "La mujer tiene que saber que el bebé no va a ser acariciado, sino literalmente empujado", asegura el doctor Hassbargen. "Puede resultar desagradable y quizás un poco doloroso, especialmente cuando el niño queda momentáneamente atravesado en el útero. Es preciso que la madre esté muy motivada y dispuesta a soportarlo; de lo contrario, la maniobra resulta mucho muy difícil."