Muchos padres no se explican el amor por el horror que sienten sus hijos. En cambio, los psicólogos lo ven muy claro: "La televisión, el cine, la literatura... reproducen lo que hay en la sociedad", dice la psicóloga brasileña Elza Días Pacheco. "Los noticieros están llenos de hechos sangrientos que alteran a los chicos, por eso necesitan del terror falso y de los monstruos de ficción para exorcizar sus miedos...". Según esta especialista, doctora en psicología, autora de varios libros sobre comunicación, profesora del curso Televisión y niños en la Universidad de Sao Paulo, "los monstruos gustan tanto porque tienen poder. Pueden transformarse o ser invisibles, vencer a quien quieran, dominarlo todo. El niño se identifica con ellos porque está indefenso, dependiendo de los adultos y, a veces, tiene deseos de venganza y necesita dar salida a su agresividad".
"Los niños no son tan maniqueos como nosotros -continúa-. Saben que todos tenemos algo de malos y de buenos, por eso les interesan las mutaciones horripilantes. ¿Recuerdas El Increíble Hulk, ese que se transformaba en un hombre verde? Gustaba a todo el mundo, porque podía ser un tipo normal, con sus limitaciones, y de pronto, al enojarse, se volvía omnipotente".
Aunque no existe ningún estudio concluyente, se tiende a recelar de los efectos de la monstruosidad en el público infantil. "Los chicos no son tan tontos -dice la psicóloga- Distinguen perfectamente entre la realidad y la fantasía. A ellos les viene bien ver estas eos as, porque así entienden sus propios monstruos interiores. Puede haber excepciones en casos problemáticos, pero eso deben verlo sus padres... Porque a un niño no se lo conoce sólo leyendo a Freud, sino conviviendo con él, viendo las películas a su lado, vigilando sus reacciones, compartiendo y escuchando sus opiniones...".
En realidad, si a ellos les gusta el terror y nosotros podemos resistir el miedo de quedarnos a su lado, no hay nada que temer. Se supone que juntos podremos defendernos. Nosotros a ellos... o, mejor dicho, ellos a nosotros. Porque, bien mirado, nuestro exceso de protección resulta trasnochado frente a su claridad para entender las cosas. El otro día, un chico de tan sólo dos años, al ver a su padre muy trajeado para una fiesta, le decía: "Papá, qué lindo estás... pero ¿por qué te vestiste de Drácula?".
"Los niños no son tan maniqueos como nosotros -continúa-. Saben que todos tenemos algo de malos y de buenos, por eso les interesan las mutaciones horripilantes. ¿Recuerdas El Increíble Hulk, ese que se transformaba en un hombre verde? Gustaba a todo el mundo, porque podía ser un tipo normal, con sus limitaciones, y de pronto, al enojarse, se volvía omnipotente".
Aunque no existe ningún estudio concluyente, se tiende a recelar de los efectos de la monstruosidad en el público infantil. "Los chicos no son tan tontos -dice la psicóloga- Distinguen perfectamente entre la realidad y la fantasía. A ellos les viene bien ver estas eos as, porque así entienden sus propios monstruos interiores. Puede haber excepciones en casos problemáticos, pero eso deben verlo sus padres... Porque a un niño no se lo conoce sólo leyendo a Freud, sino conviviendo con él, viendo las películas a su lado, vigilando sus reacciones, compartiendo y escuchando sus opiniones...".
En realidad, si a ellos les gusta el terror y nosotros podemos resistir el miedo de quedarnos a su lado, no hay nada que temer. Se supone que juntos podremos defendernos. Nosotros a ellos... o, mejor dicho, ellos a nosotros. Porque, bien mirado, nuestro exceso de protección resulta trasnochado frente a su claridad para entender las cosas. El otro día, un chico de tan sólo dos años, al ver a su padre muy trajeado para una fiesta, le decía: "Papá, qué lindo estás... pero ¿por qué te vestiste de Drácula?".