Con respceto al
compromiso neurológico de los diferentes órganos, éste será mayor cuanto más cercano a la cabeza se presente el defecto de la columna; dependerá además de la cantidad de fibras nerviosas que hayan quedado afectadas. Al nacer
el bebé, el especialista comprobará la integridad del sistema nervioso por medio de sencillas pruebas que demuestren que los arcos reflejos están intactos.
Con pequeños estímulos observará, por ejemplo, cómo
el niño mueve los brazos y las piernas, y evaluará así el compromiso motor. El
pronóstico depende de la extensión del déficit que se presente desde el nacimiento, también de la inervación de la vejiga (enuresis), del esfínter anal (encompesis) y de las posibles complicaciones cerebrales.
Al desconocerse las causas que la provocan, ésta es una enfermedad que no se puede prevenir. Tampoco es posible plantear tratamientos porque el defecto se instala a los
veinte días de la gestación. Por medio de estudios y de
ecografías, se hará el diagnóstico que permita contener emocionalmente a los papas y preparar el equipo médico necesario para asistir al bebé cuando nazca.
Evidentemente, la importancia de la tarea interdisciplinaria es fundamental para dar una mejor calidad de vida a estos pequeños. Ellos dependen tanto del neurólogo, del pediatra y del psicólogo, como del ortopedista y del kinesiólogo. Pero por sobre todas las cosas, son chicos que requieren mucho amor, comprensión y una gran cuota de paciencia por parte de los papas y de toda la familia. De este modo, adquirirán la seguridad adecuada para sobrellevar las secuelas del mielomeningocele.