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sábado, 19 de marzo de 2011

¿Dientes en peligro?



Otra preocupación de los padres con niños muy aficionados a chupar es el bienestar físico de sus hijos. Temen que al tener algo metido en la boca durante tanto tiempo, los dientes o el paladar puedan verse perjudicados. Los especialistas en ortodoncia infantil no comparten sus temores, siempre y cuando los niños no tengan la boca constantemente llena.

En el peor de los casos, el exceso de presión en la boca frenaría el desarrollo normal del paladar. Este se va abombando y, en consecuencia, el maxilar superior resulta excesivamente estrecho: los molares superiores se adelantan al carecer de espacio, y al cerrar la boca, ya no coinciden con los de abajo.

Si esta malformación llega a producirse, requerirá un tratamiento específico. El primer paso consistirá en lograr que el pequeño mantenga los dedos fuera de la boca. Eso es difícil de conseguir, pero absolutamente necesario. Antaño se recurría a métodos que hoy en día se consideran una barbaridad como, por ejemplo, untar los dedos con algún líquido amargo o poner a los niños guantes durante la noche. Incluso se llegaba a vendarles las manos. Sistemas no sólo salvajes, sino también inútiles.

La única manera de conseguir resultados positivos es mostrarse comprensivo, averiguar por qué un niño se chupa el dedo más allá de lo normal, o qué se le impide desprenderse del chupete e intentar ayudarlo a superar su problema desde "dentro".

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