Sus pequeñas o grandes tragedias no son menores que las nuestras ni tampoco le duelen menos. Desde la estatura de adultos pueden parecer tonterías cosas que a ellos los lastiman. Un juguete roto, una diversión esperada y que de repente se viene abajo, una mala calificación, los pueden sumir en una profunda pena.
Y no olvidemos que también ellos, por momentos, pueden sentirse profundamente desgraciados e incomprendidos y hasta, a su manera, tener ese sentimiento tan terrible de que la vida no tiene sentido.
Por eso en lugar de ignorar sus lágrimas o burlarnos, debemos comprenderlos. Una caricia, unas palabras de consuelo hacen milagros cuando vienen de nosotros, las personas más importantes para ellos. Muchas veces está en nuestras manos el hacer que su llanto se resuelva en risas.
No se trata de hacer niños bobos. Siempre que sea necesario debemos ayudarlos a entender las exigencias de la realidad y a encontrar una solución constructiva para sus problemas. Lo que no podemos es exigirles una madurez que todavía no tienen. Es natural y hasta sano que un niño llore, y así debemos comprenderlo.
Y no olvidemos que también ellos, por momentos, pueden sentirse profundamente desgraciados e incomprendidos y hasta, a su manera, tener ese sentimiento tan terrible de que la vida no tiene sentido.
Por eso en lugar de ignorar sus lágrimas o burlarnos, debemos comprenderlos. Una caricia, unas palabras de consuelo hacen milagros cuando vienen de nosotros, las personas más importantes para ellos. Muchas veces está en nuestras manos el hacer que su llanto se resuelva en risas.
No se trata de hacer niños bobos. Siempre que sea necesario debemos ayudarlos a entender las exigencias de la realidad y a encontrar una solución constructiva para sus problemas. Lo que no podemos es exigirles una madurez que todavía no tienen. Es natural y hasta sano que un niño llore, y así debemos comprenderlo.