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lunes, 31 de octubre de 2011

Dar a luz


Dar a luz supone un esfuerzo ímprobo. Pero las madres se recuperan, como por arte de magia, en cuanto la partera deposita al niño sobre su vientre.

Resulta difícil explicar lo que se siente, hay que pasar por ello para comprenderlo. "Se viven unas experiencias extremas. Es como si estuvieras cayéndote por un precipicio, pero en lugar de estrellarte, remontas vuelo y te invade una increíble sensación de felicidad", dice una reciente madre.

Otra recientísima madre, narra así su experiencia: "Hubo momentos en que me dejé llevar por el dolor de las contracciones, olvidando que éstas ayudarían a nacer a mi hijo. Sólo pensaba que no podía soportarlo más... Pero de repente, salió la cabecita y acto seguido todo el cuerpo. La partera me lo puso enseguida sobre el pecho y, en cuestión de segundos, olvidé lo mal que lo había pasado. Rebosaba de felicidad. No me di cuenta de que lloraba de alegría hasta que mi marido me secó las lágrimas. Y lo más sorprendente: deseaba levantarme ya, llamar a todos mis amigos y recomenzar mi vida normal".

Muchas madres coinciden en hacer las mismas observaciones. Y se preguntan si la alegría es suficiente para superar el esfuerzo físico realizado por su organismo. No cabe duda de que estrechar por fin al bebé en los brazos hace que sus madres se sientan no sólo bien, sino a las mil maravillas. Pero también hay que conceder su cuota de responsabilidad a los grandes cambios físicos que sobrevienen tras el parto.

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