En opinión del famoso pediatra y psicoanalista norteamericano D.W. Winnicott, para ser una madre suficientemente buena, hay que ser capaz de no responder ni total ni inmediatamente a los deseos del niño. Eso no quiere decir que hay que educar al niño en la indiferencia o el despotismo, sino que es necesario poner límites a sus exigencias.
Lo afirman psiquiatras y psicólogos: no debemos pretender ser padres perfectos. En primer lugar porque la perfección no existe. Y porque un padre o una madre que se cree perfecto es casi tan neurotizante como uno malo.
Una madre suficientemente buena debe dejar en la vida de su hijo espacio para el deseo. El deseo es una fuente de energía psíquica importante, tanto para el adulto como para el niño. Si ella se abalanza sobre la cuna de su bebé al menor suspiro, si le llena la boca antes de que haya sentido hambre, si abre el monedero para comprarle todos sus caprichos, si todo lo consiente... ¿cuándo va su hijo a conocer el deseo? ¿cuándo va a sentir el azote de la frustración? ¿y la satisfacción que produce alcanzar una meta largamente anhelada?
Por el bien de tu hijo, le deseamos una madre suficientemente buena. Una madre que también sea esposa, hermana, tía, amiga... Una madre que no sea posesiva.