Este defecto de la espina dorsal aparece por la alteración en el cierre o por el fracaso en la fusión de las láminas vertebrales. Se ubica por lo general en la región lumbar, pero puede presentarse en cualquier parte de la columna. A diferencia de la espina bífida con mielomeningocele, en este caso no hay alteración de la piel, por lo que no presenta anomalías graves debidas a la exposición al exterior de la médula espinal y sus fibras nerviosas.
La piel subyacente y el tejido celular subcutáneo pueden ser normales o mostrar alguna mancha, mechón de pelo o un quiste graso.
La espina bífida es un hallazgo poco común; se detecta en el 15 por ciento de los exámenes radiológicos de la columna. Raramente los niños afectados por esta anomalía vertebral presentan alteraciones motoras o sensitivas. Sin embargo, en algunos chicos se pueden encontrar alteraciones en el control de esfínteres o infecciones urinarias frecuentes. A menos que el trastorno neurológico progrese, no se debe realizar ningún tratamiento. Y, a la inversa, en aquellos niños cuya alteración motora avanza, deben hacerse estudios especializados para confirmar y descartar cualquier daño medular.
La piel subyacente y el tejido celular subcutáneo pueden ser normales o mostrar alguna mancha, mechón de pelo o un quiste graso.
La espina bífida es un hallazgo poco común; se detecta en el 15 por ciento de los exámenes radiológicos de la columna. Raramente los niños afectados por esta anomalía vertebral presentan alteraciones motoras o sensitivas. Sin embargo, en algunos chicos se pueden encontrar alteraciones en el control de esfínteres o infecciones urinarias frecuentes. A menos que el trastorno neurológico progrese, no se debe realizar ningún tratamiento. Y, a la inversa, en aquellos niños cuya alteración motora avanza, deben hacerse estudios especializados para confirmar y descartar cualquier daño medular.