Me gustaría que mi hija un día pudiera verme como una persona con intereses, aficiones y pensamientos diversos, aunque en el fondo de mi corazón sé que, para ella, yo seré su madre y que verá todos los demás detalles y circuntancias de mi vida como algo accesorio. Estoy casi resignada -y lo digo con un poco de orgullo y autocomplacencia-a que así sea, pero me parece un poco exagerado permitir a la familia y a los amigos semejante liquidación "de mi personalidad.
Cuando vas a casa de los amigos, ni siquiera te miran a la cara: se dirigen directamente a la nena para conseguir que los salude con la manito o que les dé un beso, y encima una los secunda agitando la mano y emitiendo sonoros "muac, muac".
La presencia materna se hace patente sólo tras los consabidos minutos de mimos y, normalmente, se materializa en una observación del tipo "está preciosa". Ni una palabra para una que ese día se ha vestido con esmero (en realidad, siempre con menos atención que para el
vestido.
Los abuelos sólo tienen ojos para el bebé. Un rato después de llegar a su casa, dicen a los padres: "¡Huy, si todavía no los saludé!"
beba, ¡hecha un primor, por supuesto!), ni para el padre que las ha transportado en auto y que no se halla presente en el momento de la llegada, porque está cumpliendo una misión imposible: estacionar el auto.
Si se trata de una conversación telefónica, tienen que resignarse a hablar con nosotros, pero no ahorran comentarios del tipo: "¿Cuándo van a venir? Tenemos ganas de ver a la nena". Y a nosotros, ¿qué? Es probable que nos tengan muy vistos o que piensen que nuestra vida gira exclusivamente alrededor de la pequeña ¡y es verdad!, pero...
Cuando vas a casa de los amigos, ni siquiera te miran a la cara: se dirigen directamente a la nena para conseguir que los salude con la manito o que les dé un beso, y encima una los secunda agitando la mano y emitiendo sonoros "muac, muac".
La presencia materna se hace patente sólo tras los consabidos minutos de mimos y, normalmente, se materializa en una observación del tipo "está preciosa". Ni una palabra para una que ese día se ha vestido con esmero (en realidad, siempre con menos atención que para el
vestido.
Los abuelos sólo tienen ojos para el bebé. Un rato después de llegar a su casa, dicen a los padres: "¡Huy, si todavía no los saludé!"
beba, ¡hecha un primor, por supuesto!), ni para el padre que las ha transportado en auto y que no se halla presente en el momento de la llegada, porque está cumpliendo una misión imposible: estacionar el auto.
Si se trata de una conversación telefónica, tienen que resignarse a hablar con nosotros, pero no ahorran comentarios del tipo: "¿Cuándo van a venir? Tenemos ganas de ver a la nena". Y a nosotros, ¿qué? Es probable que nos tengan muy vistos o que piensen que nuestra vida gira exclusivamente alrededor de la pequeña ¡y es verdad!, pero...