Es una enfermedad leve para la madre, pero que puede tener graves consecuencias en el embrión o bebé. La mejor arma es la preventiva: las mujeres que no tengan anticuerpos contra la rubéola (puede averiguarse con un simple análisis de sangre) deben vacunarse antes de quedar embarazadas si por su trabajo (maestras, enfermeras) están en contacto con niños a diario.
El contagio madre-hijo se produce a través de la placenta. Si la mamá se enferma en los tres primeros meses, hay muchas probabilidades (alrededor del 90 por ciento) de que el bebé sufra malformaciones (ceguera y sordera, entre otras) e incluso la muerte. Pasado el primer trimestre, el riesgo de anomalías decrece.
Si se cree que la mujer ha podido ser contagiada (por ejemplo, si ha estado en contacto con un afectado), se le administran gammaglobulinas (anticuerpos) para fortalecer sus defensas contra el virus. Esta medida se reserva para los casos necesarios (no se recomienda en forma preventiva) y sólo tiene sentido si se produce en los días siguientes al contagio. El éxito debe comprobarse de una a dos semanas después mediante un test sanguíneo.
El contagio madre-hijo se produce a través de la placenta. Si la mamá se enferma en los tres primeros meses, hay muchas probabilidades (alrededor del 90 por ciento) de que el bebé sufra malformaciones (ceguera y sordera, entre otras) e incluso la muerte. Pasado el primer trimestre, el riesgo de anomalías decrece.
Si se cree que la mujer ha podido ser contagiada (por ejemplo, si ha estado en contacto con un afectado), se le administran gammaglobulinas (anticuerpos) para fortalecer sus defensas contra el virus. Esta medida se reserva para los casos necesarios (no se recomienda en forma preventiva) y sólo tiene sentido si se produce en los días siguientes al contagio. El éxito debe comprobarse de una a dos semanas después mediante un test sanguíneo.